domingo, 24 de junio de 2012

El Codigo Jamonesky 2

Prólogo

Bodega de Jamones Don Macario.
En algun lugar del Sur de españa.
12:50 p.m.



Javier Zurrado, el renombrado catador de Jamones, avanzaba con dificultad por las bodegas donde se conservavan los jamones. Apenas podia caminar, y se dio una gran hostia —por supuesto de morros— contra un soporte jamonero que vio, que tenia apresado un Jamon Don Macario de pata negra. Agarro la pezuña, y aquel hombre de venticinco años fue tan torpe que tiró de la pata hacia abajo hasta que le callo el jamonero sobre la cabeza y se desplomó, cayendo boca arriba con el jamon en los morros.
Tal como era de esperar no muy lejos se oyó un fuerte portazo de un viejo porton de madera que, al cerrarse, hizo que las luces; bombillas colgadas de un miserable cable, parpaderan durante unos sengundos en el oscuro almacen. El sonido de una pasos resono por todo el  lugar. Lejos, un vigilante de seguridad panzorron, dormia a pierna suelta mientras una alarma no dejaba dormir a los vecinos.
El catador de jamones se quedó en el suelo durante unos instantes, casi agotado, pensando en cual era ahora su situación. «He comido desmadiado jamon, perdido las aspirinas, el bicarbonato, la sal de Fruta Heno pero todavía estoy vivo.» Miro hacia un lado, y con un esfuerzo sobrehumano, retiro el delicioso y oloroso jamon pata negra que le aprisionaba los morros y buscó con la mirada algún cuchillo jamonero con el que cortar algunas virutas. Quiza las ultimas virutas...
—No lo intentes —dijo una voz muy cerca de él.
Arrastrandose por el suelo, y tirando del jamon y del soporte jamonero, el catador de jamones se quedó pasmao y giro muy despacio la cabeza. Se llevo una fuerte impresion. A sólo venticinco metros de donde él se encontraba, una puerta abierta dejaba ver a contraluz, la imponente figura de un misteriroso hombre que le miraba amenazadoramente desde el portico. Era delgado y escualido, con el pelo negro y largo, de prolongadas patillas, con la piel muy morena, agitanado, y en sus manos portaba una navaja albaceteña de dieciseis muelles. Sus gafas negras hacian juego con el palillo que llebava en los labios, y su sonrisa era diabolica. El misterioso individuo abrio la navaja de dieciseis muelles y se dirigio hacia el desgraciao que estaba tendido en el suelo.
—No deberías haber comido tanto jamon —Su acento no era fácil de situar, precisamente porque era del barrio de Triana, no muy lejos de la Giralda de Sevilla.
—¿Quien es usted? —pregunto aterrorizado Javier Zurrado.
—Soy el Tocinero —dijo el hombre con voz grave— Y ahora díme dónde está la formula de los Jamones Don Macario.
—¡Dios santo, no! El Tocinero. Crei que lo sabias. Yo solo trabajo aqui catando jamones —balbuceó Javier Zurrado, apoyado de lado sobre el jamon, indefenso, en el suelo del almacen donde cientos de jamones colgaban del techo—. ¡No tengo ni puta idea de lo qué me hablas!
—Mientes cabron, y sera mejor que hables. —El hombre blandio la navaja y dejo ver el destello de su frio acero—. Tu y los dueños de esta bodega de Jamones teneis algo que me pertenece.
El catador de jamones trago saliva por un instante. «¿Cómo diablos este gitano podía haberse enterado del asunto?»
—He venido a recuperar lo que es mio. Díme dónde esta la formula secreta del jamon y no te mataré. —El gitano lo agarro por el pezcuezo y le puso la navaja en un lado de la cara del catador de jamones—. ¿O acaso quieres morir mientras los dueño se dan la gran vida?
Zurrado estaba aterrorizado y casi no podía respirar. La mano del Gitano le estaba asfixiando.
El Gitano movio la cabeza nevativamente con una sonrisa, observando como zurrado se resistia a revelarle el secreto del Jamon pata negra.
Zurrado le agarro el enorme navajon de dieciseis muelles, tratando de que no se lo clavara.
—Espera, esta bien —dijo con voz ahogada—. Te diré lo que quieres saber.

Penso que el Gitano era tonto y que debia hacerle una buena jugada. Sabia que a los Gitanos no se les puede engañar, aunque el habia estafado a mas de uno vendiendole un jamon con la pezuña embetunada muchas veces... rezando siempre para que  no se descubriera el timo.
Cuando el Catador de jamones le confeso el secreto del jamon pata negra, el gitano encendio un cigarrillo, y lanzo una bocanada de humo sobre los ojos de zurrado, que comenzo ha toser como un descosido.
—Sí, tú te crees que yo soy idiota. No eres el primero que me dice eso. Otros me han dicho lo mismo.
Zurrado se quedo pasmado.
—¿Has hablado con otros?
—Así es. Ya te lo he dicho, no eres el primero —dijo el Gitano con desprecio—. He hablado con otros tres fabricantes de Jamones. Y me han dicho lo mismo que tu acabas de decirme.
«¡Dios santo!» El Tocinero habia descubierto una pista de como se podia fabricar el jamon pata negra, y habia eliminado a los tres mejores fabricantes de jamones de España, y ese secreto era algo casi tan bien guardado como las antiguas formulas que conservaban los buenos charcuteros. Ahora Zurrado se dio cuenta de que seria dificil que el Gitano le creyera. Conociendo lo valioso de la formula del Jamon, supuso que los demas le habían dicho la misma mentira antes de morir. Era parte del grasiento secreto de los fabricantes de jamon.
El Gitano volvió a amenazarle con la navaja.
—Te lo voy a decir mas claro, payo, cuando tu estes en el barrio de los calladitos, yo seré el único conocedor de la formula del jamon pata negra.
El catador de jamones, por un instante comprendió cual era su situacion, y cual seria su tragico final. «Si yo muero, la formula del jamon pata negra se perderá para siempre, y nadie podra ya comer virutas de jamon de alta calidad.» Por un momento intento desesperadamente arrebatarle la navaja al Gitano, trató de forcejear con él para evitar que le clavara la enorme navaja.
Pero fue inevitable. Se oyó un horrible grito, que fue ahogado por los truenos y relampagos de una tormenta que se cernina sobre el lugar. Zurrado sintió una aguda punzada, y el calor abrasador de la navaja que se le hundía en el estómago. Cayó de morros, tratando de no morir. Luego se giro despacio, y vio a su atacante sonriendo, mientras limpiaba muy relajado la navaja con un trapo.
El catador de jamones abrio los ojos y vio al Gitano limpiando el arma.
El chasquido de los dieciseis muelles de la navaja del Gitano cerrandose y abriendose de nuevo, resonó en en el almacen.
Zurrado se cago de miedo.
 El Gitano tenia la navaja en la mano y la movia divertido ante el sorprendido catador de jamones. Se puso a limpiar nuevamente la navaja ante la atenta mirada de su victima, pero pareció pensárselo mejor, y le dedicó otra mirada malevola.
—El proximo navajazo sera en el corazon.
El catador de jamones bajó la mano y se palpo la barriga. Su camisa de tela blanca, tenia un gran orificio producido por la navaja, y dejaba ver una mancha de sangre espesa y casi oscura. Tenia un navajazo en el estomago pero aun no estaba muerto. Unos centímetros más abajo, quiza en el higado, y estara ya muerto. Como veterano cortador de virutas de jamon, Zurrado sabia que si te clavas un cuchillo jamonero en la barriga, no mueres enseguida, mueres lenta y horriblemente por desangramiento sino te llevan rapido a un hospital. Quiza con un poco de suerte, viviria diez agonizantes minutos, mientras la sangre se derramaba internamente.
—El jamon es bueno, pero comer demasiado mata  —dijo el Gitano incorporandose. Luego se alejo y cerro la puerta con llave.
Javier Zurrado miro hacia la puerta y comprendio que el Gitano lo habia dejado malherido y encerrado. Sus posibilidades de sobrevivir eran nulas. No podia pedir ayuda, y nadie le echaria en falta hasta el dia siguiente. Con total certeza, sabia que iba a morir. Cuando alguien lo encontrara, ya estaría muerto. Sin embargo, en vez de experimentar el miedo, decidio que debia encontrar la forma de  hacer su ultima jugada maestra y de paso vengarse del maldito Gitano navajero..
«¡Madita sea el puto Gitano!, Voy a morir, pero antes he de dejar el secreto del Jamon pata negra».
Luchando por no desmayarse, pensó en los tres fabricantes de jamon asesinados antes que él, y en que si él moria, generaciones futuras se quedarian sin degustar ese delicioso manjar... y tambien penso en su misión; en como transmitir ese preciado secreto que le había sido confiado.
«Mis antepasados... el jamon pata negra... no puede morir... hay que hacerle llegar el secreto a alguna persona que lo merezca.»
Y de pronto, recordo que él era el último de los grandes maestros del jamon aun vivos, y el único que aun guardaba la formula de uno de los mayores secretos mejor guardados.
Con una considerable dificultad, logro ponerse de pie, y apoyar su mano en una pared, dejando la pared manchada de sangre con su palma de cinco dedos, para avanzar despacio unos pocos pasos. Sabia que el Gitano le habia encerrado y que de alli no podria escapar con vida. Entonces sin tiempo que perder, comenzo a pensar.
«¡Rapido! Dios mio. Necesito una libreta y un lapiz, o un boligrafo, lo que sea... he de dejar ahora mi secreto a otra persona»
Recordo que en el almacen, había una pequeña oficina, por desgracia sin telefono, y que podria acercarse hasta ella para escribir un mensaje.
Herido de muerte, saco todas sus fuerzas para lograr llegar hasta alli pero sabiendo que iba ha precisar de todos los segundos que le quedaran de vida para culminar su ultima venganza...