domingo, 12 de agosto de 2012

El Codigo Jamonesky 6

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El cochecito de golf se detuvo frente a la entrada principal de la nave 12 y Jaime Shang les señaló donde estaba toda la actividad, el punto que aparecía la gran puerta de acceso a la nave.
—Ahí están sus compañero del CSI, ese portón de madera es la entrada. Buena suerte.
—¿Usted no se queda? —pregunto Goats.
—No, tengo mucho trabajo, y he de dejarlos aquí.
Los dos Guardia civiles se bajaron del cochecito.
Shang arrancó y se fue a toda leche.
Goats se quedó mirando un momento a su alrededor, mientras veía alejarse a Shang con el coche de golf, y lo primero que pensó que no sería  fácil entrar en un sitio como este. Pero el asunto de investigar no era cosa suya, seguramente no era muy buena idea hablar demasiado, así que prefirió ser un buen observador.
Frente a los dos dos Agentes y Goats, había una unidad móvil del CSI de la Guardia Civil, otra del GAR, una camioneta de catering, mesas, sillas, sombrillas, un carpa atoldada, focos, cajas con material, equipos informáticos; en fin, todo un despliegue. También había bastante personal del CSI y guardia civiles, gente con monos blancos, equipados para no contaminar el escenario. En un pequeño grupo de unas pocas personas estaban la médico forense, y la juez charlando con algún oficial de la guardia civil. Al acercarse hacia donde estaba instalada la unidad móvil, los dos guardia civiles dieron un respingo. De repente, se tropezaron de frente con un coronel de la guardia civil; el coronel Contreras, un mando con bastante mal genio, con cara de pocos amigos que no soportaba el cachondeo y la gente que no se lustraba los zapatos. Se trataba de un hombre corpulento y moreno, grueso, que vestía con el uniforme, sus galones, y mandaba con inconfundible autoridad.  Cuando llegaron los dos guardia civiles, estaba hablando por el teléfono móvil, pero colgó cuando estuvieron frente a él.  Los dos guardia civiles le saludaron militarmente, y se pusieron firmes.
—Señor, a sus ordenes señor. Se presenta el Agente Morcillo y el Agente parra, señor.
El coronel Contreras les saludo sin pena, con cierta indiferencia profesional, sin demasiado entusiasmo. Luego se giro hacia Goats y se le quedo mirando, con cierto interés.
—Soy el coronel Contreras —le dijo—, estoy al mando de todo. ¿Y usted debe ser el Agente del CNI que estábamos esperando, verdad?
El coronel Contreras se había olvidado de dar la orden de descanso, y los dos pobres guardia civiles todavía estaban firmes y saludando. Uno de ellos, Morcillo, miro a Goats por el rabillo del ojo, haciéndole un guiño, y un gesto para que le siguiera la corriente al Coronel.
—No señor —respondió Goats con total naturalidad—, yo soy cocinero.
El coronel Contreras se lo quedo mirando con cara de mala hostia (recordemos que odiaba el cachondeo) y después de unos segundos empezó a dibujarse una discreta sonrisa, que al final termino en una tremenda carcajada. El coronel comenzó a reír a lo bestia mirando a todo su equipo, y para no desentonar, todo su equipo empezó a reír con él para no quedar mal. Goats se sintió molesto por el cachondeo, ya qué se estaban riendo de él, y por haber dicho la verdad. Pero la situación fue muy graciosa, excepto para los dos guardia civiles, que aun seguían firmes; y encima, sin poder reírse.
Cuando el Coronel se harto de reír, ya un poco mas tranquilo, le extendió la palma de la mano, agarrando la de Goats con gran fuerza.
—Es usted muy bueno, en serio, incluso ante un mando —comentó el coronel— sigue actuando como un autentico agente encubierto ¡Cocinero! —el Coronel volvió a reír a carcajadas— Nunca me habían dado una excusa tan ingeniosa. Sin duda es un agente de los buenos, todo un profesional...
Goats, se quedo sorprendido, iba a responderle al coronel que él no era un agente del CNI, solo cocinero, pero uno de los dos agentes que estaban firmes a las espaldas del coronel, le hizo un gesto como que le siguiera el juego. Lo cual hizo que Goats no dijera nada mas. El coronel invito a Goats a seguirle y se encamino hacia la nave de jamones donde estaba el cuerpo.
Goats siguió al Coronel hasta el almacén, que tenia la puerta custodiada por dos agentes de la fuerza especial de la guardia civil encapuchados. A Goats le pareció que esos tipos estarían pasando mas calor que un pandero en un desierto cocinando tortas de maíz. Los dos entraron en la gran nave, y el resto del personal le siguieron.  Una vez dentro, el espectáculo era soberbio. Cientos de miles de jamones colgaban de los techos, soportados por unos colgadores, la abundancia de jamón era tan densa, que no se podía ver nada. El olor a jamón era fuerte, característico, embriagador, casi una aroma que producía aturdimiento, y desde luego no era el paraíso de un Talibán que digamos. En algunos aspectos, el inmenso almacén de jamones propio ofrecía un aura casi sepulcral, el silencio dentro de la jamoneria era absoluto, quiero decir, que con bastante probabilidad se podría oír el pedo de un ratón. El almacén  tenia dos plantas y a la segunda planta se accedía por una escalera, mientras en en la planta baja había pasillo central que estaba en penumbra, estaba iluminada por unos pilotos muy tenues que indicaban el camino. Mientras el equipo avanzaba por el largo pasillo hasta un pequeño claro de luz cenital que provenía del techo a modo de foco a través de una ventana acristalada, Goats oía que sus propios pasos reverberando en el lugar. A unos veinticinco metros clavo la vista en el suelo e intuyó la escena; Javier  Zurrado esta tendido en el suelo con un jamón pata negra cortado a navajazos.  La única luz que había era la que entraba por esa cristalera, el resto eran bombillas que al parecer se podían elevar manualmente y que colgaban con cables del techo.
—¿Le gusta a usted su trabajo? —le preguntó Coronel, apuntando hacia el lugar del crimen.
Goats miro al coronel con cara de demasiado cansado para intentar otro comentario ingenioso. Personalmente se sentía fuera de lugar, lo suyo era la cocina, no los crímenes. Pero aún así y todo, complacido al coronel.
—Sí, de hecho soy el  mejor en mi profesión.
El coronel puso cara de satisfacción.
—Excelente, porque estoy seguro que su opinión aquí, nos va ha ayudar mucho.
Los dos se acercaron charlando tranquilamente por el pasillo hasta la zona del crimen. De lejos se podía ver el lugar que estaba rodeado por una cinta típica de NO PASAR, LINEA DE INVESTIGACION, y entorno a la escena había ya congregado bastante personal del CSI, y también el resto del equipo que siguió el coronel, menos los dos guardia civiles, que se quedaron fuera, firmes, saludando, y sudando como polos derritiéndose bajo el tórrido sol de junio. Y menuda putada.

Goats se preguntaba si el coronel sabia quien era él, pero al parecer el coronel estaba demasiado metido en su propio mundo personal como para entender la confusión que se había producido. El curioso empeño del coronel de tomarlo por una Agente del CNI, se había convertido en tema de conversación entre el resto del equipo que esperaba sus ordenes.
Seguramente todos esperaban de él una brillante explicación de las teorías conspiranoica mas típicas y bien conocidas, que aseguraban que el 666 era el número de serie de una partida de jamones, y no el numero de Satán. De todos modos, optó por callarse y solo concentrarse en ser un buen observador.
—¿Dónde estaba el personal de seguridad del recinto cuando ocurrió el asesinato? —preguntó Goats pareciendo un agente de inteligencia muy preciso y centrado.
El coronel hizo un gesto a una chica del CSI que estaba detrás suyo, que se acerco con una carpeta, saludo y se presento a Goats. Inmediatamente le informo de algunos detalles.
—Me llamo Maria Roncavacas, soy la encargada del equipo del CSI —se apresuró a decirle, susceptible, como si no creyera lo que pudiera decir Goats de su investigación o de que pusiera en cuestión la profesionalidad de su equipo—. Está claro que la noche del crimen, el vigilante de seguridad esta roncando como un ceporro mientras despanzurraban de un navajazo a Javier Zurrado. Al parecer alguien entro esa noche aquí, alguien que no debería haber entrado y llego hasta este punto. Todos los vigilantes dicen que no vieron nada ni oyeron nada.  Los han interrogado y todos afirman la misma versión. Todos dicen haber estado viendo el partido de fútbol de la selección española contra Italia. Debido a eso mi equipo se ha hecho cargo de la escena del crimen para preservar las pruebas.
Goats no asintió con la cabeza mientras hacía todo lo posible por parecer un autentico agente del CNI. Entonces Maria sintió algo de curiosidad y se volvió hacia Goats.
—¿Conocía bien a Javier Zurrado? —le preguntó.
—En realidad no lo conocía tanto como para saber en que asuntos andaba metido. No puedo imaginar que asunto le han llevado hasta esta situación.
El coronel pareció sorprendido.
—¿Usted conocía a Javier Zurrado?
—Por supuesto, pensé que usted ya lo sabia.
—No lo sabia, ¿Por qué no se me ha informado? —pregunto con enfado el coronel mirando a Maria con cara de disgusto.
—No lo se —respondió encogiéndose de hombros.
—¿Era la primera vez que se encontraba con él? —Siguió preguntando Maria.
—Sí, habíamos quedado en vernos en el cementerio de San Fernando de Sevilla, después de mi conferencia en la Universidad, pero no se presentó.
Maria anotó algo en un cuadernillo sin razonar en el detalle de la conferencia. Sin dejar de curiosearlo todo, Goats se fijó que el suelo habían manchas de aceite, y marcas de pisadas, luego miro hacia arriba y observo la enorme claraboya que colgaba del techo, que daba luz como un foco en un teatro mientas el resto permanecía en penumbra. 
—¿De quien fue la idea de encontrarse en ese lugar a media noche? —le preguntó Maria por sorpresa—. ¿De usted o de él?
La pregunta le pareció rara.
—Fue de Javier Zurrado —respondió Goats mientras toqueteaba uno de los cientos de chorros de grasa que resbalaban por una columna cercana a la escena del crimen, y frotándola en sus dedos, haciendo un gesto como si estuviera diciendo que quería dinero, produciendo la sensación de ser un autentico Agente hablándole sin mirarla a la cara, metido en husmearlo todo—. Se puso en contacto conmigo hace unas semanas por correo electrónico. Me dijo que sabia que yo venia a Sevilla a dar una conferencia y que quería tratar un asunto muy importante conmigo aprovechando mi estancia aquí.
—¿Sabe de qué quería hablar con usted?
El coronel permanecía muy atento a las reacciones de Goats, que por alguna razón, estaba bastante relajado entre tanto jamón, y daba la impresión de ser un autentico Agente del CNI con mucha experiencia en la materia.
—No lo sé. Algo relacionado con el arte secreto del jamón, supongo. No lo se seguro. El y yo teníamos los mismos gustos profesionales.
Maria parecía muy poco convencida. Puso cara de extrañeza.
—¿Me está diciendo, que usted no tenia ni idea del motivo de su encuentro con el?
Goats no lo sabia. Lo único que sabia es que la reunión despertó su curiosidad, sintió una necesidad irresistible de saber porque quería verle. El prestigioso Javier Zurrado era un famoso cortador de jamón, y un experto catador, y amaba su discreción personal. Casi nunca, por decir que nunca hablaba sobre si mismo y de sus asuntos. Al recibir el  mensaje de reunirse con el en el cementerio pensó que seria un asunto al menos interesante o quizá importante.
—¿Se le ocurre al menos por qué eligio el cementerio para reunirse con usted a media noche? —pregunto con suspicacia Maria, dando a entender que relacionaba el crimen con el lugar de la reunión.
Esa pregunta tan directa y pretenciosa molesto a Goats.
—La verdad es que no me lo imagino. No se lo sé. A mi también me pareció un lugar extraño para una reunión, pero no pude cuestionar su elección. Sencillamente acepte la invitación y nada mas. En mis clases uso muchas veces sus conocimientos sobre el corte del jamón.
Maria volvió a tomar notas en su cuaderno.
Los tres se encontraban ahora a medio camino del pasillo que daba a la zona del crimen.
—¿Y que me dice de esos intereses que tenían usted y él en común?
—¿Tengo que responder a esa pregunta?
—Por supuesto. ¿Acaso tiene algún problema en contestarla?
—Sí, de hecho es personal y no debería de responderla. Es un tema confidencial.
—Ya. ¿Y qué tema es ese?
Goats vaciló unos instantes, antes de decir nada, ya que podría ser difícil  explicárselo.
—En esencia, se trata de una investigación que conducía Javier sobre la hermandad del Cortijo del jamón y los secretos de la fabricación del Jamón pata negra.
Maria miro a Goats como si sintiera que le estaba tomando el pelo. Así que volvió a la carga.
—¿Entonces Javier era una autoridad  en la materia?
—Creo que el mejor del mundo.
—Entiendo. Era una especie de Guru del jamón pata negra, ¿Verdad?
—Sí, algo así —dijo Goats.
Pero Goats tuvo la sensación de que Maria no entendía nada. Javier Zurrado estaba considerado como el mejor experto en jamones del mundo  especializado en el pata negra.
—Tal vez Javier Zurrado sabía algo que usted no sabia  —aventuró Maria—, y le propuso el encuentro para ofrecerle alguna información importante.
Goats puso cara de extrañeza.
—En realidad, ni yo mismo lo se. Aún es pronto para sacar conclusiones precipitadas.
Maria se quedó sorprendida y en silencio por la respuesta tan concisa de Goats.
Cuando ya estaba cerca de la zona del crimen, se detuvo al darse cuenta de que Javier Zurrado estaba realmente muerto. Se volvió unos instantes, como rechazando ver la realidad y vio a Maria mirándole sin demasiada sorpresa.
—¿Pasa algo? —le preguntó el Coronel esperando con impaciencia terminar de llegar a donde estaba el muerto.
Goats pareció algo afectado y se volvió un instante, como si no le gustara estar allí en medio, en una escena de un crimen. «No, no pasa nada, solo es un muerto, nada mas», se mintió a sí mismo. Cuando era pequeño, Gotas vio como un tren atropellaba a un motorista en un paso a nivel y lo dejaba hecho carne para salchichas, y se paso varias semanas con aquella visión repitiéndose en su mente. Desde entonces tenía un poco de fobia a los escenarios de un crimen. «Un muerto esta muerto, no comen jamón, estoy perfectamente seguro», se dijo a sí mismo, aunque sin acabar de creérselo.
—Usted y Zurrado —dijo el Coronel cuando ya estaban frente al cadáver—, ¿no habían hablado nunca de el asunto que quería tratar con usted en el cementerio? ¿No se habían enviado nunca nada por correo electrónico?
Otra pregunta rara.
—No, nunca.
—Señor Goats, deduzco que no ha estado nunca en una fabrica de jamones fuera de las horas de visita de los clientes y turistas.
—No, supongo que no —respondió intentando no hablar demasiado.
Los almacenes, por lo general muy bien iluminados, estaban en penumbra. Solo la acostumbrada luz blanca cenital, había un resplandor que provenía desde el techo que descendía hasta el suelo, iluminado el pavimento donde estaba muerto Javier zurrado. Goats ya había deducido que era allí donde habian matado a Zurrado, porque en las fotos que le enseñaron los guardia civiles en la Tableta de Windows había visto un Jamón destrozado en el suelo.
Al acercarse, el coronel le invito a ser el primero en dar un buen vistazo a la escena del crimen. Maria incluso levanto la sabana blanca que lo cubría.
—Usted primero, señor Goats —le dijo Maria, mirándole como el fuera un Guru de la ciencia del CSI.
Goats le devolvió la mirada como si tratara de encontrar la respuesta en sus  caras, pero en sus caras solo había desconcierto e intriga, esperando que fuera él quien esclareciera las respuestas a cualquier pregunta.
 «¿Yo primero? ¿Qué coño les digo a estos dos?» —se dijo pensando para si mismo.
El coronel le señaló con un movimiento de cabeza el arma del crimen, o el supuesto arma del crimen, un cuchillo Jamonero que había junto a Zurrado.
Goats lo miro detenidamente mientras Maria y el Coronel lo miraban a él. Zurrado estaba cubierto de sangre, boca arriba, su rostro parecía como si de repente le hubiera atacado el hombre lobo, tenia una mirada perdida en el infinito.
«Tranquilízate o te vas a ver en un buen follón con estos dos», —pensó Goats—, tratando de aparentar que estaba haciendo algo muy profesional. Estuvo fisgoneando todo lo que quiso hasta que por fin, después de un cuarto de hora de mirar y mirar, finalmente se levantó, y colocándose una mano bajo el codo izquierdo, y apoyando el codo en la mano, al mismo tiempo que se masajeaba la barbilla (Un gesto muy intelectual), empezó a aparentar sospechar que aquello era una escena de un crimen muy bien pensado, y que seria una noche muy larga.

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